Proyecciones. Radiografía geológica

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Exposición individual “Efecto Pichillancahue” 2022.

Museo de Arte Contemporáneo. Santiago, Chile. 

   

Efecto Pichillancahue

la naturaleza de la impermanencia

 

El glaciar Pichillancahue, que en Mapudungun significa “lugar de pequeñas piedras verdes”, está ubicado en los faldeos del volcán Rukapillán o Villarrica,  en la región de la Araucanía, un territorio complejo, geológica y políticamente. En los últimos años, debido al cambio climático y a la erupción del volcán en 2015, su extensión se ha reducido de forma considerable, destacando su apariencia negra debido a los sedimentos y rocas volcánicas que cubren el glaciar.

Este proyecto surge a raíz del trabajo de recopilación y documentación territorial que el artista realizó después de la última erupción desde su plataforma de investigación, “Observatorio”, emplazado entre el volcán Quetrupilllan y Rukapillán, y a solo ocho km del glaciar.

El Pichillancahue es entonces un punto de partida, una causa formal y también existencial desde el cual surgen diferentes efectos: geológicos, emocionales, espirituales, poéticos.

Glaciar-volcán; causa-efecto; micro-macro; agua-fuego, son algunas de las polaridades opuestas y sin embargo inseparables que la exposición quiere evidenciar y hacer experienciar desde las dos salas situadas simbólicamente en las esquinas extremas del museo.

 

El hielo es una sustancia transitoria, un elemento dúctil que engaña con su apariencia estática. La palabra glaciar, del latín glacies, significa “masa de hielo que baja de las montañas” y evidencia el continúo movimiento de estos monumentos naturales. Sin embargo, la idea de algo congelado, hibernando, remite a una temporalidad que se mantiene intacta en un presente inalterado, la radiografía de un momento histórico que busca prolongarse al infinito. Esta característica conlleva al mismo tiempo diferentes fisuras: la fragilidad de su condición permanente que depende del mantenimiento de un status quo dada por la estabilidad de su entorno ambiental, pero también su ambigüedad fenomenológica, por los cambios sutiles pero constantes de forma, apariencia y juegos perceptivos de luz según el movimiento terrenal o de la estación.

 

Las obras reflejan esta tensión y ambivalencia material. Las capas de hielos y las piedras volcánicas, casi proyectiles magmáticos, representan una memoria geológica que se modifica a cada instante debido a la singularidad de la experiencia individual del caminar, escuchar y observar, símbolos de un paradigma político, social y existencial.

 

La erupción es la actividad principal de un volcán. Su misma definición geológica depende de la recurrencia periódica de estas explosiones magmáticas. Una temporalidad circular, mitológica, que depende de la repetición de un evento catastrófico de manera imprevisible. Estas rupturas repentinas modifican sustancialmente el entorno causando cambios radicales. El elemento ígneo, el fuego que compone la lava volcánica, proviene de las vísceras de la tierra y su fluidez indomable señala la profunda inestabilidad en la cual todos los seres vivimos. La destrucción, la muerte y la continua modificación de los equilibrios sistémicos es parte integrante del ciclo vital. El filósofo griego Heráclito (540-480 a.c.) decía que el fuego era el elemento creador (arjé) de todas las cosas, símbolo de un devenir perpetuo y de la lucha de los opuestos que es, además, la base política de la sociedad.

 

Mariagrazia Muscatello.

Curadora se la muestra.